Atrapada en el Espejo (Audiorelato) Primera parte.
Solo encontró una manera de rebelarse contra el mundo. La calle.
Una flor roja, una tarde gris, un sembrado de hierba seca. Una tormenta se avecina. Está sola, desamparada, aturdida entre tanto verde agresivo, infértil.
Vino de muy lejos, en semilla, probablemente arrastrada por el viento desde muchas millas de distancia. ¿O no fue así? Sospecha que una persona malintencionada la sembró allí, para que creciera y muriera, para torturar sus días de existencia sabiendo que no encaja, que es muy llamativa, que molesta a la vista. Por siempre señalada, excluida y acusada de diferente. Ellos no saben, no la conocen o no la quieren conocer.
El viento sopla fuerte y hace parecer el campo un mar de abundante oleaje, que despide un sonido sepulcral. Una persona se acerca, caminando despacio entre la hierba. Lleva abrigo y guantes negros, avanzando en la única dirección posible: hacia ella. Se acerca cada vez más, y más, y más. Ya está aquí...
El sueño acaba de golpe. Se levanta, acaricia su nuca y mueve lentamente la cabeza. No es la primera vez que sueña esto, mucho tiempo lleva haciéndolo ya. Está acostumbrada. Son las 5:00 am, para ella el día comienza temprano así que es mejor empezar a prepararse. Salta de la cama, se da un baño y se dirige a su lugar preferido de todo el mundo, el espejo.
Estas líneas alrededor de la boca no estaban aquí ayer, deberá aplicar más maquillaje esta vez. Tiene una expresión cansada y triste. Sonríe un poco para cambiarla. Parpadea muchas veces y se da palmaditas en la cara.
—Eres preciosa —comenta.
Agarra el lápiz labial y comienza a frotarlo contra su boca. Tiene unos labios grandes y pulposos, casi sin imperfecciones. Con ese color rojo carmesí lucen aún más grandes. Aplica un filo negro alrededor de ellos y ya está. Sonríe un poco más y deja ver sus dientes, perfectos, muy blancos y cuidados.
Después se concentra en sus ojos, grandes y de una tonalidad verdosa pero que dependiendo del clima pueden tornarse azules. Colorea el exterior de los párpados, estira y alisa unas pestañas larguísimas que casi le tocan las cejas. Retoca cada línea, refuerza cada trazo.
Con suficiente mascarilla facial su piel es tan blanca como la nieve. Tiene un cuello largo y estilizado y un rostro perfectamente delineado, aunque ligeramente robusto hacia la barbilla. Lo disimula con un fantástico pelo negro que le cae a ambos lados de la cara y que descansa sobre sus hombros.
El vestido que ha escogido se ciñe a su anatomía. Se desliza por su cintura y se aprieta en las caderas. Termina en los muslos, muchos dedos por encima de las rodillas. Vestido de lentejuelas de mil colores, esos mismos que usan las divas de Broadway.
Su único punto débil, por así decirlo, son sus piernas, algo musculosas en las pantorrillas y que le dan una expresión atlética. Lo resuelve con unas medias panties divinas, las compró en rebaja pero nadie podría decir que no son idénticas a las de aquella cantante famosa que también hace comerciales para ropa femenina.
De ahí a los zapatos, ¿qué sería de una mujer sin unos buenos zapatos? Son de tacón súper alto, piel aterciopelada y una bellísima joya falsa adornando la parte superior. Se requiere pericia para domarlos. La tiene. Con ellos puestos luce más alta, más delgada, más sensual.
La imagen se completa con el busto, es exorbitante, despampanante. Unos senos enormes talla extra grande dentro de unos ajustadores talla extra pequeños. Sin duda es en lo primero que se fijarán cuando la vean, es el objetivo. Camina unos pasos de aquí para allá, se voltea, mueve el pelo. Posa y reposa.
—Eres preciosa —se repite.
Finalmente toma un pequeño bolso de piel de cocodrilo que contiene en su interior todas las herramientas que necesita para su trabajo: un perfume, lápiz labial, identificación, una caja de cigarrillos, algo de dinero, un ¨eleguᨠy un cuchillo.
Se detiene y por un momento permanece estática, casi congelada mientras se pregunta en qué momento los giros de la vida la trajeron a este sitio. Un mar de recuerdos la asalta de repente.
«No todo siempre fue así, yo era otra persona»
Una última mirada al espejo, todo está en orden. Abre la puerta y de ahí a la calle. Aún no ha amanecido pero para ella el día ya empieza. Caminando con prontitud va hacia su esquina preferida. Monta guardia cual soldado experimentado. Monta guardia y espera.
Espera a su primera víctima, su primer cliente, primer punto, como lo quieren llamar, da igual, todos vienen por lo mismo.
Esta esquina es su rincón dentro del mundo, su cuartel general. Un lugar donde puede ser ella misma, sin necesidad de aparentar. Desde este lugar controla y dispone, marca el ritmo de su propia vida. Se siente reina, afortunada, valiosa.
Esta fue la forma que encontró de contraatacarle al mundo, de no poner la otra mejilla, de ripostar, de gritar su nombre y que se escuchase aunque se taparan los oídos.
Se hace llamar Gina y es una prostituta.
Saliendo de mi zona de confort al incursionar en el audiorelato, les presento Atrapada en el Espejo, uno de los primeros cuentos que escribí. ✍
Como editor de audio, estoy entrenado para hacer magia con los sonidos y sacar lo mejor de las voces, pero me resultó interesante trabajar mi propia interpretación como si de un cliente se tratase.
Me encantó la experiencia y voy a continuar explorando diferentes maneras de compartirles mi narrativa.
Esta es la primera parte de esta historia, si les gustó y quieren disfrutar del resto, háganmelo saber en comentarios.
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